Nos habíamos levantado
bastante pronto, y el camino hacia Porto por esa carretera no permitía
ningún despieste. Ojalá algún día esta carretera se arregle de una vez
por todas y permita una mejor comunicación con las personas que viven por estos pueblos.
Llegamos
a Porto con la salida del sol, y rápidamente nos preparamos para
nuestra larga ruta. No había tiempo que perder, pues la distancia era
mucha, y queríamos que
se nos hiciera de noche.
En unos
minutos salimos del pueblo, y casi sin darnos cuenta, pudimos ver cómo
la Luna se despedía de nosotros deseándonos buena suerte.
Comenzaba entonces nuestra ruta hacia Peña Trevinca
Continuamos nuestra
ruta hacia Peña Trevinca. El camino se ponía poco a poco cuesta arrriba.
Pasamos la Vega de Valdetiendas, y nos dirigimos hacia la Laguna de la
Serpiente, ya en tierras gallegas.
El día estaba espectacular, y
teníamos ante nosotros una fuerte pendiente, que aconsejaba quitarse el
gorro y quedarse en manga corta.
En estos lugares, teniendo estas
montañas tan importantes cerca, uno no piensa en encontrarse con
diminutos animales como el de la foto. Había bastantes, y nunca los
había visto por estas tierras.
Unos instantes de pausa para descansar con la "excusa" de hacer la foto, y de paso descansar ante la subida que nos esperaba.
Allí podemos apreciar la belleza de este animal, y el contraste de colores con la planta en la que se encuentra.
Es
fácil que estos detalles pasen desapercibidos, como pasa con frecuencia
con detalles que nos muestran algunas personas, y en los que debemos
fijarnos para poder ayudarlas.
Continuamos el ascenso, y cada cierto tiempo parábamos a descansar un poco. En uno de estos descansos pudimos observar estas setas, tan pequeñas que pasaban desapercibidas en la inmensidad de las montañas que nos rodeaban. ¿ Alguien sabe de qué setas se tratan ?
Se sorprendieron de
nuestra llegada. Se nota que por allí no pasa demasiada gente. Nos
dieron ganas de estar allí contemplándolos un buen rato, pero debíamos
proseguir nuestro camino. Me llamo la atención sobre todo el pequeño
potro que podemos ver a la derecha de la imagen.
Un pequeño descanso y continuamos nuestro camino.
Poco a poco nos ibamos
acercando hacia nuestro objetivo: Peña Trevinca. Los kilómetros iban
pesando, y cada poco parábamos a coger un poco de fuerza.
¡ Qué bien sabían los arándanos que nos encontrábamos y que sabía tan bien ! Parece que los estoy probando ahora mismo...
El
desnivel empezaba a ser considerable, y además con el peso que
llevábamos a nuestras espaldas era muy importante estar animado.
Lo
mismo pasa en otras situaciones de la vida en la que parece que todo
está cuesta arriba. Es entonces cuando hay que estar animado, aunque a
veces no sea fácil. De este modo tenemos más posibilidades de llegar a
nuestro objetivo.
La subida era tendida, y poco a poco íbamos ganando altura. Casi sin darnos cuenta estábamos cerca de la cumbre. Allí unos pequeños resaltes rocosos que pasamos sin dificultad nos llevaron hasta nuestro objetivo: la cima de Peña Trevinca.
Allí es tiempo de descansar brevemente, y aprovechar también para hacer alguna foto desde el punto más alto de Zamora.
Después de tanto
esfuerzo por llegar hasta allí, se puede llegar a pensar si ha merecido
la pena. En mi opinión claro que ha merecido la pena.
Las más de
10 horas de ruta y casi 2000 metros de desnivel acumulado suponen un
gran esfuerzo, pero haciendo algo que te gusta se disfruta.
Una
vez en la cumbre, y aunque debido al frío y viento tuvimos que bajar un
poco para poder comer, da tiempo para contemplar el paisaje y sobre todo
pensar en muchas personas a las que le hubiera gustado estar ahí y que
tanto animaron para que pudiera llegar.
Como podéis imaginar las
vistas desde allí son magníficas, pudiendo contemplar un paisaje
maravilloso. Pero lo realmente bonito es poder tener allí el sentimiento
del objetivo cumplido, y darse cuenta de que con esfuerzo es posible
superar las dificultades.
En primer término de la foto podemos
observar el "buzón", donde podemos encontrar algunas notas de otros
montañeros que han llegado antes, y donde también podemos dejar la
nuestra.
Un lugar mágico al que volver.
Continuamos nuestra
excursión, descendiendo de Peña Trevinca sin descanso. Las horas y los
kilómetros se iban notando, y avanzábamos hacia la Vega de Valdetiendas,
dejando a nuestra izquierda el Moncalvo, al que tendremos que subir en
otra ocasión.
Una vez en Valdetiendas, cogimos la senda que, ya sin pérdida ninguna, nos habría de llevar hasta Porto.
En
esos momentos se tiene tiempo de pensar en el día que se ha pasado: la
salida con el Sol desde Porto (con la Luna despidiéndose de nosotros),
la subida hasta quedarnos a 300m de la Laguna de la Serpiente, lo ricos
que estaban los arándanos en la subida a Peña Trevinca (y que tantas
fuerzas nos dieron), el disfrutar esos momentos en la cima de Trevinca
(pensando en tantas cosas)...
Fue un día muy completo, y poco
después de visitar un bosque desconocido y precioso, vimos en la lejanía
unos cuantos caballos sanabreses.
Allí nos llevamos otra gran sorpresa para despedir esta magnífica ruta, y que podemos observar en esta fotografía.
El
potro no nos prestaba atención y solo se fijaba en la yegua que le
estaba amamantando. Poco le importaba que hubiésemos bajado de Trevinca,
que él tenía cosas más importantes que hacer. Allí estuvimos unos
instantes disfrutando de esta escena y pensando en volver un día a Peña
Trevinca.